"El haber visto unas cuantas discusiones sobre qué sea el “recreacionismo” y sus límites, me ha llevado a intentar reflexionar sobre ello, desde un planteamiento general, sin tener en cuenta ni lo que se viene haciendo, ni a los grupos que lo han hecho o lo hacen, intentando buscar algunos criterios que me permitan consolidar lo que, para mí, desde un punto de vista personal, “debe ser” la actividad recreacionista.
Vaya por delante, no obstante, que yo en absoluto creo que la Edad Media pueda ser “recreada”, sino solamente emulada y ni siquiera esto puede serlo en todos sus aspectos. De hecho creo que la “Recreación” medieval tiene un límite imposible de traspasar, la mentalidad contemporánea. Nadie de nosotros puede acercarse al Medievo obviando los cambios de valores éticos, políticos, culturales, sociales y científicos ocasionados en los siglos que nos separan del referido Medievo. Por tanto, sólo será recreable la cultura material –sólo alguna parte- y los gestos formales del Medievo –no todos-.
Eso me lleva a pensar que, estrictamente hablando, no estamos “recreando” –el término no me parece demasiado válido-, sino simplemente imitando, emulando, algo con mayor o menor intensidad. Sin embargo, es cierto que el uso del término no solo está consolidado sino que puede ser muy útil para referirse a aquella actividad de emulación que pretende mayor fidelidad en aquello del Medievo que es susceptible de ser emulado.Aclarada esa posición de principio, considero que nuestra actividad, si busca fidelidad, debe someterse a reglas de máximos o mínimos que permitan catalogar lo que se realiza como “recreacionista” o no, y, en su caso, establecer el nivel de recreación, dado que individuos, grupos y eventos tienen muy distintos grados de compromiso o de simple intensidad recreativa.
Así pues, entrando en harina, entiendo que en toda actividad hay un sujeto que la realiza –el actor, el recreador en nuestro caso- y un objeto, en sentido amplio, que la recibe –lo actuado, lo recreado-, de modo que las reglas deberían afectar a ambos.
Desde el punto de vista de lo recreado y teniendo en cuenta que tanto puede tratarse de un elemento de la cultura material –un cinturón de cordobán, por ejemplo- como de un gesto de la “cultura inmaterial” –la esgrima con espada de una mano, por ejemplo-, me parece evidente que deben conjugarse varios principios:
El cronológico.- Han de ser determinantes las fechas post quem y ante quem, entre las cuáles el objeto existe y se halla atestiguado –de forma esporádica primero, canónica después y residual más tarde-, bien arqueológicamente, bien en fuentes textuales o figurativas. Y eso, sin dejar de considerar, todos los problemas de interpretación que siempre tienen las fuentes y objetos arqueológicos, y más cuando nos aproximamos a situaciones próximas a los márgenes temporales.
El geográfico.- El objeto debe ser normal en el espacio geográfico al que se pretende referir, con ciertos márgenes de tolerancia, puesto que no parece excluible la existencia de elementos excepcionales por inhabituales, pero que, coincidiendo cronológicamente, pertenecen a otros espacios culturales con fácil, o al menos no muy difícil, interrelación, especialmente si es comercial.
El estamental.- El objeto o gesto ha de ser usual en el estrato social –nobleza, iglesia, burgueses, campesinado, gleba- que se pretende recrear o, al menos, no ser imposible su uso por persona de otro estamento, siempre y cuando la “situación” recreada lo permita.
De oficio.- El objeto recreado no ha de estar en abierta disonancia con la función que le es propia o plausible.
Desde el punto de vista del sujeto, el recreador, la actividad a realizar ha de ponerse en relación con, yo creo, tres ámbitos distintos pero simultáneos:
Ámbito del individuo o criterio, si se quiere, del personaje (histórico o arquetípico) a recrear; personaje que ha de someterse también a los criterios del objeto (cronológico, geográfico, estamental y de oficio), pero que pueden moderarse en función de la historia personal, real o inventada, con la que se pretenda fundamentar, dotar de carne, a dicho personaje.
Ámbito del grupo en que se inserta el recreador, el cuál ha de tener, como grupo, unos objetivos, un fines teleológicos, próximo y último, de su actividad recreadora; fines que han de ser capaces de asumir e integrar a los personajes o arquetipos individuales, huyendo de la incoherencia como de la peste negra.
Pero, además, si la actividad recreadora es producto de la relación entre sujeto y objeto, es muy, pero que muy, transcendente el espacio en que tal confluencia se produce. Me refiero así al “ámbito del Evento” . De hecho, las reglas puestas al evento por su organizador (ya sea Hastings, Ciutadilla o una acampada libre) modelan y predeterminan el juego de los principios generales, pues pueden limitar la aplicación de los principios de cronología, interrelación, estamentalidad, etc. y exigir un mayor o menor grado de intensidad recreativa.
Con ello, la intensidad, entramos, yo creo, en otra discusión que ha dado pie a muchos encontronazos dialécticos, pues todos son los grupos que reclaman el término “recreacionista” para su actividad propia, llegando, en algunos casos y si no se siguen sus pautas grupales, a negar su uso a los demás.
Sin embargo, parto de la base de que, como ya he dicho antes, la recreación “total” es imposible; hay aspectos de la vida medieval que no son recreables y otros que nadie recrea, ni está dispuesto a recrear. Yo no me veo recreando ni los aspectos lingüísticos, hablando el navarroaragonés del “In Excelsis Dei Thesauris” en los campamentos en que participe, ni tratando a las mujeres como a seres inferiores. Quiero decir que, caso de que fuera posible dicha recreación total, sólo esta totalidad tendría derecho a denominarse, con absoluta exclusividad, “recreación medieval”, pero siendo esto imposible, toda emulación medieval es recreación, difiriendo únicamente por la intensidad en su ejercicio. Sólo cabría negar el uso del término, yo entiendo, a aquel evento, grupo, personaje, objeto o gesto que rompa flagrantemente, y más si es sabiendas, un principio que sí que debe ser sagrado para todo pretendido recreacionista: la interdicción de la anacronía.
Otra cosa que habría de excluirse es la generalización de las excepciones. Una excepción a la normalidad (un elemento respecto del personaje, un personaje respecto del grupo o un grupo respecto del evento) es admisible sólo si es justificada, pero no cabe la generalización de estas en un mismo personaje o grupo, salvo que lo sean por el evento. Por ejemplo, si el evento es la recreación de la batalla del Céfiso, en 1311, no sería inaceptable que gran parte de los caballeros que acompañan a los almogávares fueran, tras casi una década de razzia, guarnecidos con defensas bizantinas, alanas o turcas.
En definitiva, a mi parecer el “recreacionismo” es un fenómeno mucho más amplio de lo que, en principio, parece. Y caben en él grupos con fines muy distintos, desde los volcados a la “pedagogía docente” hasta los simplemente “lúdicos”, desde aquellos que se centran exclusivamente en el recreacionismo fundamentalmente arqueológico como otros con mayor grado de tolerancia, los viejos y los noveles. Todos, sin más límites que la búsqueda, más o menos perseguida, más o menos lograda, de la coherencia.
De todas formas no lo tengo muy claro y esta homilía que he soltado, para mi descargo y organización mental, no es más que una visión personal con mucho que pulir y reconsiderar, y que pongo en abierto por si puede servir de algo."
2 comentarios:
Pues, desde luego, se puede decir más alto pero es imposible decirlo más claro...
El que vale, vale. Que se note el nivel.
Está claro que la mayor adecuación a la hora de plantear todos esos límites (cada uno de esos puntos) irá poniendo a cada uno en su "nivel" recreacionista.
Dicho de otro modo: toca currárselo y clavar codos.
Luego siempre hay tiempo de hacerse recreaciones "a medida", como esos religiosos que se dicen creyentes pero que cumplen sólo los preceptos que más se les acomodan. Supongo que de todo tiene que haber siempre en la viña del Señor.
En cuanto al término, me parece mucho más valido "recrear" que eso de "emular", cuyo significado se sale mucho de lo que hacéis. Y nada que hablar de "evocar", como he oído decir a alguno que otro. En cualquier caso la expresión está ya muy extendida para negar su licitud, si no por derecho, al menos por hecho.
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