jueves, 20 de mayo de 2010

Peracense 2010-1010


“6 DE AGOSTO, A.D. 1210

Oscuridad. Hambre. Desolación. Guerra…

Desde que el passado anno visitase el castillo el noble don Ximén Cornel con sus gentes e le fuese negada el agua por el Senescal de Urrea, un espantoso maleficio recayo sobre las tierras todas de la Corona. Tormentas, ventiscas, granizo e viento barrieron las cosechas, los animales murieron de extrannas enfermedades et el Hambre aposentó su mano firmemente sobre una tierra inmisericorde que non perdona a sus hijos.

Nobles caballeros de intachable linaje viéronse obligados a tomar incluso el arco o la ballesta para procurarse comida en los bosques de sus feudos, pues los campos se la negaban e sus siervos non podían satisfacerlos…

Desde el mes de marzo a aqueste terrible jinete del Apocalipsis le acompanyó también el espectro de la Guerra.

El rey don Pedro abandonó sus asuntos occitanos, dexándolos en manos de sus barones del ultramonte, para ofender a los moros en la frontera de Balansiya, e anque tomó para su Corona las fuertes plazas de Ademuz, Castelfabib e Sertella con la ayuda de los Ricoshombres don García Romeu, don Artal de Alagón, don Atho de Foces, don Sancho de Antillón, et el mismísimo Ximeno Cornel, a quien el rey ha devuelto el favor que le arrebatase dos años ha.
Los beneficios para la frontera de Teruel han sido magros e las tinieblas non han dexado de cernirse sobre los muros de Peracense, como lo fizieron en todo el reino de Este a Oeste.
Pero de las cenizas del desánimo resurge de nuevo el brillo de las armas y el Castillo Rojo volverá a cobrar vida una vez más. Los triunfos de Su Majestad en la guerra contra el moro traerán sin duda tiempos mejores, los Cielos nos han devuelto la Libertad e la riqueza volverá a asomar a las puertas desta fortaleza.
Porque los hombres que la guardan jamás se han rendido a la desesperación e nunca lo harán, pues el brillo salvaje de una espada o el ondear de un estandarte son más fuertes que el estampido de un trueno o el repicar de las gotas de la lluvia sobre el barro… E agora más que nunca, pues si el Cornel goza de nuevo del favor real… … ¿quién sabe cuál será su próxima argucia? “
(Texto de Enrique Villuendas)
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