lunes, 10 de agosto de 2009

Recreación en Peracense... y el cielo se desplomó en nuestras cabezas...



Rayos y truenos

tormenta sin mesura

recreación sin par.






Creo que en este haiku, se resumen, sino todo lo que ha sido Peracense este año, al menos lo que yo viví.

Llegué el viernes por la tarde, cercana ya la noche.

Me encontré con gente que había recorrido más de 12 horas de camino para encontrar en Peracense un lugar donde recrear el año 1.209.

Yo mismo recorrí más de 330 Km de ida y otros tantos de vuelta, para acudir a la cita.

Había gente, recreadores, de Tarifa, León, Madrid, Barcelona, Tarragona, La Rioja, Valencia, Bilbao, Zaragoza, Teruel, Córdoba, Cáceres... personas venidas de los cuatro punto cardinales.

A todas ellas, sobre todos a las más alejadas (por motivos obvios), mi agradecimiento, admiración y respeto.

Ya nada más llegar al castillo, fue un auténtico placer saludar rostros amigos y afables.
Me encontré mi pequeña tienda normanda montada, gracias al culpable de ésto, lo agradezco de todo corazón. Mi visita era fugaz y se agradecen todas las facilidades posibles.
El campamento ya hervía de actividad, montándose los últimos pabellones y tiendas, de los recien llegados.

Los que ya llevaban más tiempo, contaron que el día había sido extraordinario. Muestra de eso podía ser el estupendo campamento que se distribuia entre los muros de la fortaleza. Y que era digno de ver y visitar.

Al poco, los velas anunciaron la llegada de visitantes.

El señor de Urrea, apercibido de esta visita, solicitó a los guardias identificaran a estos caminantes.

La sorpresa fue mayúscula cuando se reconoció al que encabezaba el grupo como Ximeno Cornell, antiguo alcaide del castillo. Visita extraña y que nada bueno auguraba.

Mas, de buenos cristianos es dar cobijo y acomodo a los caminantes que se acercan con la caída de la noche al refugio de la fortaleza, y así el señor del castillo invitó a pasar la noche a tan extraño caminante, al que se le creía en lejanas tierras.

Después de esta inesperada visita, se cenó, un riquísimo guiso de garbanzos, carne y cuscus, que la sin par Rocío y Carlos prepararon cono mucha dedicación y cariño.

¡Vive Dios que el guiso estaba extraordinario! Nuestros paladares tardarán tiempo en olvidarlo.

Una vez saciado el apetito con tan extraordinaria pitanza, se explicó en que consistiría la jornada del día siguiente.

Llegados a este punto, las almas, gracias a los espirituosos y a la compañía, se templaron y los juglares y bufones deleitaron a la concurrencia con cantos y chanzas. Ocurrencias todas bien recibidas en la sobremesa de la opípara cena.

Una llamada al orden por el sargento de la guardia, puso fin a las risotadas y chascarrillos, para no desvelar el sueño de los que habían pasado el día bregando con perolas y pabellones, pues el día siguiente sería duro.

Nos retiramos a nuestros reales y nos dispusimos a descansar hasta el día siguiente.

El día amaneció sin prisa, benébolo y prometedor.



Al rato el campamento volvió a llenarse de bullicio y actividad, dispersándose los artesanos y habitantes por los diferentes recintos y acomodos, aquí se reparaba una loriga, se bruñía un yelmo, afilaba una espada y acullá se bordaba, se trabajaba el cuero, el acero, la caligrafía y así diversas tareas que mantuvieron ocupados a los castellanos.



Los comerciantes abrieron sus puestos, mostrando magníficas piezas de cuero, de metal, que hacían las delicias de cuantos se acercaban a verlas.

Los guardias oteaban el horizonte, velando por la seguridad de los allí reunidos, repasando sin denuedo los diferentes puestos en los lienzos y atalayas del castillo.


Según se aproximaba el meridiano del día, fuimos convocados todos los asistentes al segundo recinto del castillo, donde habían montado sus reales las huestes de ACHA y Leo Crucis.

Allí se distribuyeron atacantes y defensores de lo que sería la batalla de la tarde, donde se sentía latente una traición, pues Don Ximeno, con una aguerrida guardia mora se paseaba, intrigante, por el recinto.

Tras la reunión, la comida, con ricas judías verdes y cordero, abundate y sabroso.

Estaba previsto que el campamento, una vez levantada la sobremesa, volviera a su actividad, pero el hombre propone y Dios dispone.

Y al igual que los antiguos pueblos galos, temían que el cielo se derrumbase sobre sus cabezas, así el Sumo Hacedor dispuso que una tremenda tormenta descargara toda su furia sobre el castillo y todos losque allí estábamos.

Pero el agua, no podrá, no puede apagar la llama que llevamos todos los recreadores que por allí nos acercamos, con esta afición que nos une, como es la recreación histórica medieval.

Peracense fue un claro ejemplo de afán de mejora, de superación, de construcción de un evento que pueda ser un referente y un punto de encuentro.

Los grupos y recreadores que por allí se acercaron se empaparon, pero no solo de agua, sino también, de compañerismo, de ganas de aprender, de crecer, de compartir.

Para todos los que allí estuvísteis, gracias, gracias, gracias. Fue un placer estar con vostros, brevemente, pero no me podía perder esta cita, ni dejar de saludar a todos los que por allí estuvísteis. Sólo puedo deciros que soy deudor vuestro, pues desde ahora me considero en deuda con vosotros, con vuestro saber estar, vuestra paciencia y vuestras ganas de crecer. Me tenéis para lo que queráis.

Por otro lado, dar la enhorabuena a Rafa, ya que en cualquier actividad de la vida, para que la cosas funcionen, hace falta un corazón fuerte que haga de motor y que impulse la realización de las cosas, pues nada se hace de manera espontánea y menos cuando está bien hecho.

3 comentarios:

Ximeno Cornel dijo...

Tiene alguien aquí un vasito de agua para un viajero sediento de lengua estropajosa?

Diego dijo...

¡Por Tutatis!
Si lo hubieran padecido los galos...

Atho de Fozes dijo...

Muchas gracias por tus alagosos comentarios, Jesus. Lo unico que siento de Peracense, y de los ultimos eventos que hemos coincidido, que no hemos tenido apeas tiempo para charrar y compartir un poco mas. Esto hay que solucionarlo.