miércoles, 12 de enero de 2011

Ese tal Diego...



Una promesa de amor, de espera y fidelidad, de un futuro juntos y de planes e ilusiones maravillosos, que se truncaron aquel aciago día en que Don Pedro de Segura consideró que Diego de Marcilla no era justo merecedor de la mano de su hija.

Partió Don Diego en busca una fortuna que le permitiera desposar a Isabel y hacerse digno a los ojos de Don Pedro.

Un plazo se dieron, cinco años, cinco interminables años, durante los cuales ella le esperaría. Mas el padre, presionado por la familia de los Azagra y tras conocer las últimas noticias que han llenado de luto la casa de Los Marcilla, no va a consentir una nueva negativa por parte de su hija. Hay noticias de la muerte de Don Diego en la guerra contra los agarenos, sus amigos y familiares lloran su pérdida y aún algunos confían que nada de esto sea cierto.

Así pues, se ha anunciado con todo el bombo y boato, que se supone a una familia principal, las fechas de los próximos esponsales de Isabel de Segura, con Don Pedro de Azagra…

Por tratarse de familias de tan rancio abolengo, se espera la llegada a la ciudad de Teruel de los principales valedores de la Corona de Aragón, ricoshombres, canónigos, miembros de las Cortes y visitantes de los principales reinos cristianos, tanto de la piel de Toro, como de más allá de los Pirineos. Mercaderes, músicos y cómicos amenizaran las Bodas y se espera que tanto visitantes, como habitantes de la Villa compartan la alegría de los novios y sus familias y se sumen a los festejos y algarabía que existirá por las calles.

¡Ay mi buen Don Diego! No quiera Dios que sea cierta la noticia de vuestra muerte, pero me temo que vuestra promesa ya no tiene sentido, pues esas que suenan son las campanas de la iglesia de Santa María de Mediavilla, anunciando que Isabel, vuestra Isabel, será del Azagra. ¡Mi buen Diego espero que no tengáis que ser testigo de esta ignominia y que vuestro corazón no se quiebre sin remedio!

Este texto servía el pasado año como presentación para la invitación a la asistencia al Campamento Recreacionista ubicado en los jardines de la Escalinata.
Cada edición, desde hace más de cinco años, amantes de la recreación y de la historia medieval, se dan cita en este espacio, organizado por la Fundación de las Bodas de Isabel.
Hasta aquí se acercan recreacionistas de todos los rincones de la geografía española y también de países vecinos, como Italia, Portugal y Francia.
El campamento en sí mismo es un eje de atracción, pero además, los coordinadores del mismo, la Asociación Cultural Fidelis Regi, organiza una serie de actividades que complementan e implementan la propia representación de la Leyenda de Los Amantes.
Dentro de estas actividades podemos destacar por su vistosidad, interés y asistencia de público, las siguientes:

-. Cierre de las puertas.
Una hueste heterogénea, de guaitas, miembros del concejo, milites y demás, rondan las diferentes puertas de la entrada a la ciudad, cuidando que éstas queden bien cerradas y custodiadas, mientras descubren chanzas y dramas que se producen a las entradas de la villa.

-. El aseo del Caballero:
A los pies de la fuente de la Escalinata, un Ricohombre de la Corona de Aragón, se prepara y asea para asistir a los esponsales a los que ha sido invitado.
Tras las abluciones correspondientes, el caballero, asistido por sus pajes y escuderos, pasa de vestir en camisón a estar pertrechado hasta el más mínimo detalle.
Con más de 20 kilos de peso, va vistiendo una por una las prendas y protecciones. Desde el gambesón, pasando por la cota de malla, el almófar, yelmo y las armas que le correspondiesen por linaje y condición.

-. Batalla y desafío en la Escalinata:
Basado en unos hechos reales, que enfrentaron al Rey Jaime I y al linaje de Rodrigo de Lizana, que fue acogido en tierras turolenses, se representa un colorido y aguerrido combate.
Esta confrontación la protagonizan ambas facciones, partidarios del Rey y aquellos que anteponen la hospitalidad de su casa a los mandatos reales. Un centenar de guerreros, armados de hierro de la cabeza a los pies, chocan furiosamente, unos para aprehender al díscolo noble y otros para salvaguardar la palabra dada.
El combate logra ser apaciguado por los gritos del Obispo de la ciudad que insta a los contendientes a dirimir sus diferencias, primero en una lucha de paladines y posteriormente en la “batalla del Cofiero”, donde las huestes aumentan de número.

-. Juicio de Dios.
Una joven doncella, cansada del acoso de un villano pegajoso, decide tomarse la justicia por su mano y de una pedrada hiere en el ojo al acosador.
El muy taimado y ruin denuncia a las autoridades a la mujer, que para reparar su culpa debe abonar una considerable cantidad al golpeado, sino es así, pasará a las mazmorras, donde le esperan peores experiencias.
Haciendo uso de una figura que existe en el Fuero de Teruel, solicita una “Ordalía”, esto es, un Juicio de Dios, donde deberá elegir un paladín que luche por su honor. Dios dará fuerza al justo brazo y vencerá aquel al que le asista la razón divina.
Así pues, ambas partes eligen a su campeón y una lucha presidida por el juez de la villa y sus aguaciles, decidirá el destino de la mujer.

-. Entrada de las tropas a la ciudad.
Después de batallar en diferentes lugares, las tropas aragonesas vuelven cansadas, pero con ganas de disfrutar y gastar el botín obtenido en sus cabalgadas y razias.
Entran por la puerta de la Andaquilla, en franca algarabía y haciéndose notar.
Diego entra con ellos, él va buscando otra cosa…

-. Nombramiento de caballeros, espaldarazo a nuevo grupo de recreación y Fidelis de Honor.
Ceremonia en el campamento de iniciación a nuevos grupos de recreación y el reconocimiento a personas o instituciones que se hayan destacado por ayudar o apoyar de alguna manera la recreación medieval.

-. Actividades continúas en el campamento.
Esgrima, danzas, cuentacuentos, representaciones, tiro con arco…


Así, tras haberos presentado, tan sólo una muestra de lo que os encontraréis en este Teruel del siglo XIII y su recreación de la Leyenda de Los Amantes, será un placer volver con todos vosotros a aquel 1.217, y recordar "La mayor historia de amor jamás contada".




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