El otro día estaba echando un vistazo a esta revista, la suele comprar mi padre, antes compraba Historia16 y alguna similar, pero no se porqué, ahora compra ésta.
Es una revista con un formato atractivo, estructurada cómodamente, mucha fotografía y entretenida.
Ahora bien, como revista de historia es nefasta, ya hace unos números me sorprendí de ver como ilustración de un artículo sobre los vikingos, la fotografía de un casco de juguete vikingo, que yo compré como un souvenir en un viaje a Dinamarca, me pareció poco serio.
Después de ésto he podido ver algún que otro patinazo, pero lo del otro día creo que es escandaloso.
Les escribí un mail, pues me sentía indignado de que en una publicación de historia (ya no vamos a adjetivarla como seria o rigurosa, pues está claro que no lo es), puedan meter un gazapo semejante, que demuestra una total ignorancia de lo que escribían.
Yo no se si estos artículos se escriben o se hacen como los churros y que si hay un especialista en arte le toca escribir sobre las guerras napoleónicas o sobre el ejército romano, lo que está claro es que en este artículo se veía un profundo desconocimiento del tema tratado y del entorno histórico abarcado.
El gazapo en cuestión era el siguiente:
En la página nº 47, del nº 42, en relación al artículo mecionado sobre las guerras carlistas.
Concretamente en el parrafo que dicen:
Concretamente en el parrafo que dicen:
"Y en esta tesitura llegó el pronunciamiento del general Martínez Campos. Bajo su mirada se expulsó de España al monarca Amadeo I, entronizando en su lugar a Alfonso XII en 1 de enero de 1875, a la vez que formaba un nuevo gobierno presidido por Antonio Cánovas del Castillo".
Bueno, pues es un auténtico disparate, cuando se pronuncia el general Martínez Campos en Sagunto, ya no reinaba Amadeo I, ya que éste más que abdicar, dimitió por propia iniciativa al mediodía del 1 de febrero de 1873. El 11 del mismo mes se proclama la Primera República.
Es decir, cuando se instauró de nuevo a Alfonso XII, el regimen que regía a España era la República, no la monarquía de Amadeo de Saboya, también conocido como el Duque de Aosta.
Este abdicó al poco tiempo entre otros motivos, porque su principal valedor, el general Prim, fue asesinado en la calle del Turco, poco tiempo antes de la llegada a España de Amadeo I.
En fin lo dicho, una enorme ignorancia, error imperdonable en una publicación que se denomina de Historia y una pena que una parte de nuestra historia sea ignorada de manera tan fragante, incluso por aquellos a los que se les supone cierta ilustración.
Pongo a continuación el discurso de abdicación:
"Al Congreso:
Grande fue la honra que merecí de la Nación española eligiéndome para ocupar el trono, honra tanto más por mí apreciada, cuanto que se me ofrecía rodeada de las dificultades y peligros que lleva consigo la empresa de gobernar un país tan hondamente perturbado.
Alentado, sin embargo, por la resolución propia de mi raza, que antes busca que esquiva el peligro; decidido a inspirarme únicamente en el bien del país y a colocarme por cima de todos los partidos; resuelto a cumplir religiosamente el juramento por mí prestado ante las Cortes Constituyentes y pronto a hacer todo linaje de sacrificios para dar a este valeroso pueblo la paz que necesita, la libertad que merece y la grandeza a que su gloriosa historia y la virtud y constancia de sus hijos le dan derecho, creí que la corta experiencia de mi vida en el arte de mandar sería suplida por la lealtad de mi carácter, y que hallaría poderosa ayuda para conjurar los peligros y vencer las dificultades que no se ocultan a mi vista, en la simpatía de todos los españoles amantes de su Patria, deseosos ya de poner término a las sangrientas y estériles luchas que hace ya tanto tiempo desgarran sus entrañas.
Conozco que me engañó mi buen deseo. Dos años largos ha que ciño la corona de España y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha, entonces al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra, agravan y perpetúan los males de la nación, son españoles, todos invocan el dulce nombre de la Patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cual es la verdadera y más imposible todavía hallar el remedio para tantos males.
Lo he buscado ávidamente dentro de la ley, y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla.
Nadie achacará a flaqueza de ánimo mi resolución. No habría peligro que me moviera a desceñirme la Corona si creyera que la llevaba en mis sienes para bien de los españoles: ni causó mella en mi ánimo el que corrió la vida de mi augusta esposa, que en este solemne momento manifiesta como yo el que en su día se indulte a los autores de aquel atentado.
Pero tengo hoy la firmísimo convicción de que serían estériles mis esfuerzos e irrealizables mis propósitos.
Estas son, Señores Diputados, las razones que me mueven a devolver a la Nación, y en su nombre a vosotros, la Corona que me ofreció el voto nacional haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos y sucesores.
Estad seguros de que al desprenderme de la Corona no me desprendo del amor a esta España, tan noble como desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarle todo el bien que mi leal corazón para ella apetecía.
Alentado, sin embargo, por la resolución propia de mi raza, que antes busca que esquiva el peligro; decidido a inspirarme únicamente en el bien del país y a colocarme por cima de todos los partidos; resuelto a cumplir religiosamente el juramento por mí prestado ante las Cortes Constituyentes y pronto a hacer todo linaje de sacrificios para dar a este valeroso pueblo la paz que necesita, la libertad que merece y la grandeza a que su gloriosa historia y la virtud y constancia de sus hijos le dan derecho, creí que la corta experiencia de mi vida en el arte de mandar sería suplida por la lealtad de mi carácter, y que hallaría poderosa ayuda para conjurar los peligros y vencer las dificultades que no se ocultan a mi vista, en la simpatía de todos los españoles amantes de su Patria, deseosos ya de poner término a las sangrientas y estériles luchas que hace ya tanto tiempo desgarran sus entrañas.
Conozco que me engañó mi buen deseo. Dos años largos ha que ciño la corona de España y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha, entonces al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra, agravan y perpetúan los males de la nación, son españoles, todos invocan el dulce nombre de la Patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cual es la verdadera y más imposible todavía hallar el remedio para tantos males.
Lo he buscado ávidamente dentro de la ley, y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla.
Nadie achacará a flaqueza de ánimo mi resolución. No habría peligro que me moviera a desceñirme la Corona si creyera que la llevaba en mis sienes para bien de los españoles: ni causó mella en mi ánimo el que corrió la vida de mi augusta esposa, que en este solemne momento manifiesta como yo el que en su día se indulte a los autores de aquel atentado.
Pero tengo hoy la firmísimo convicción de que serían estériles mis esfuerzos e irrealizables mis propósitos.
Estas son, Señores Diputados, las razones que me mueven a devolver a la Nación, y en su nombre a vosotros, la Corona que me ofreció el voto nacional haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos y sucesores.
Estad seguros de que al desprenderme de la Corona no me desprendo del amor a esta España, tan noble como desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarle todo el bien que mi leal corazón para ella apetecía.
Amadeo. Palacio de Madrid, 11 de febrero de 1873"
2 comentarios:
Yo he comprado alguna vez esa revista. Y no digo que esté mal, pero hay que fijarse en su director, Bruno Cardeñosa.
No tengo nada contra este señor, es más, suelo escucharle en La Rosa de los Vientos, pero hay que reconocer que no es precisamente un científico en el sentido estricto de la palabra. Y no digo otra cosa por respeto al finado Juan Luis Cebrián, que, al fin y al cabo, confiaba en él.
Pero cada uno a lo suyo y la Historia no es para don Bruno.
Un saludo
Y no nos quedemos ahí: recordemos que algunos de los colaboradores de esta revista son César "charlatán" Vidal (que lo mismo da su "imparcial" visión de la Guerra Civil que publica un solemne mamotreto sobre la figura histórica de Jesucristo) o José Ignacio Lago (un elemento que se autoproclama "español, católico y del Real Madrid"... por la Gracia del Caudillo, claro). Con tales colaboradores, así sale la revista...
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