"Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea. "
Yo creo que en realidad puede enseñarle muchas más cosas, pero que muchísimas más.
Hoy es una noche especial para ellos. A pesar de su nerviosismo, de su ilusión desatada, se van a la cama deseando dormirse rápido para mañana levantarse y ver al pie de sus zapatos ese regalo que tanto anhelaba.
Hoy en día que todo es tan light, todo tan fácil, todo tan manipulado, el mantener esa pequeña llama de ilusión en los ojos de un niño, además de ser una labor difícil, creo que es una salvaguarda de su infancia.
Una infancia que cada vez dura menos, que cada vez se parece más a la edad adulta, donde incluso la línea de quién es adulto o quien es un niño cada vez está más indefinida, para bien, y por desgracia, muchas veces para mal.
Yo no se cuanto tiempo les podrá durar esa mirada cristalina, esa mirada inocente, pero cada día en que les mire a los ojos y la vea allí, sé que es un día que le robado al inexorable paso del tiempo y será uno de los mayores regalos que pueda hacerles yo a mis hijos, y si cuando sean mayores recuerdan con cariño esas noches de reyes, entonces seguro que Melchor, Gaspar y Baltasar me podrán guardar un pequeño puesto en su comitiva, allá en el cielo, para echarles una mano cuando haga falta.
Por cierto, un recuerdo para los niños que esta noche su realidad no les permita vivir esta inocencia que hablamos. Para aquellos, a los que el mundo de los adultos, ha roto en mil pedazos su infancia, para los que sufren bombardeos, explotación, miseria...para que algún día puedan recuperar esa infancia que hoy les han robado.
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