Hace nada que hemos dejado a nuestro querido castillo y ya se le echa de menos.
Nos hemos dado la correspondiente paliza de sacar todo el material de su interior y cargarlo en los coches que esperaban pacientes en el parking, al final de la rampa de acceso a la puerta, y cansados, extenuados, sudorosos y hasta con calambres en las piernas, pensamos que ha merecido la pena.
Ha sido el décimo año, la X Edición del encuentro de Recreación Histórica Medieval del Castillo de Peracense, un nombre, un título muy largo, para lo rápido que al final se pasa. Mi hijo mayor me instaba a llegar el año que viene, antes, o el miércoles, o el jueves, llegar el viernes al final se le ha hecho poco, como a muchos.
Ha sido éste un año especial, mucho. Por un lado por su relevancia cabalística y su carácter de aniversario. También porque nos ha permitido acordarnos de muchos amigos, que compartieron con nosotros ediciones anteriores y disfrutar de muchísima gente que ha venido por primera vez a participar con nosotros.
Ha sido un gran encuentro, tanto en cantidad de personas, como en calidad, el ambiente era extraordinario. Con un hilo conductor que ha aglutinado y dado sentido a todas las actividades del fin de semana y tramas paralelas y convergentes. Una batalla novedosa, dinámica, interactiva, increíble.
Que la décima edición, la última hasta el momento, siga marcando una línea ascendente, es algo muy bueno. Un indicativo que dice que algo estamos haciendo bien, muy bien y entre todos.
Diez años, sin apenas apoyo de las instituciones, sin sostén económico, pagándonos las comidas, el transporte, el material... Tiene mucho mérito.
Peracense no es para cualquiera, no es fácil, al contrario, es duro, exigente en muchos niveles, incluso en el físico. Pero ahí seguimos, superándonos, haciéndolo mejor.
En nuestro horizonte esta hacerlo más fácil, poder tener algún tipo de ayuda, medios de descarga, pero mientras llegan o no, no nos quedamos en un rincón lamentándonos, si no que lo hacemos, contra viento y marea.
Igual para conseguir esas ayudas llegará el día en el que nos tengamos que plantar, pero esa será otra historia, no porque no lo podamos hacer, si no porque nos haremos valer.
El encuentro de Peracense siempre es especial, cada edición, cada año diferente del anterior, y con peculiaridades, vivencias y emociones distintas. Este año como novedad hemos hecho cada hora aproximadamente, una introducción a la visita del castillo. En esta presentación e interacción con los visitante, conocí a un señor mayor que ahora vive en Barcelona, pero que era de Ojos Negros. Este hombre, ya anciano, ayudó y participó en la reconstrucción y acondicionamiento del castillo, allá por el 1987, cuando se cerraron las minas de Ojos Negros y se quedó sin trabajo. Venía con su mujer, también ya mayor y nos contaba cómo estaba el castillo antes de la restauración, donde descansaban en las paradas, cómo limpió con su propias manos los aljibes del castillo, que estaban embozados de porquería, hasta estar en el estado actual. Decía que se alegraba mucho de ver cómo ese castillo, donde el había estado trabajando, ahora estaba lleno de vida, de gente. Estaba encantado de ver que no se habían quedado en piedras desnudas, puestas con mayor o menor fortuna, sino que éstas latían con el corazón de los que estos días les dábamos vida. El hombre estaba encantado, y yo también de conocerlo y de conocer su testimonio.
Bajo esos bloques de arenisca, late el corazón de una ilusión, de un sueño y de una determinación. Un corazón que aglutina voluntades, esfuerzos e imaginación, tiene un poco de todos los que hemos estado entre sus muros, de todos los que hemos sudado montando y desmontando enseres, de todos los que hemos reído o soñado en él.
Cada verano, y ya han sido diez, este castillo rodeno, vuelve a la vida, sus muros palpitan con nuestro aliento y nuestras palabras. La historia resurge y hace vibrar a todos los que asisten a esta recreación, a este recuerdo, a esta resurrección.
Damos vida a las piedras, sentido a nuestro presente y palabra a nuestro pasado. Somos testigos y memoria. Entre todos creamos una energía que nos traslada a un siglo XIII aragonés, para que no se olvide, que sepamos lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos. Damos contenido al patrimonio arquitectónico, generamos interés, visitas, curiosidad.
Hemos cumplido durante estos diez maravillosos años. Hemos hecho lo que queríamos y a la vez lo que debíamos hacer. Creo que es hora de que alguien enmarque y valore este esfuerzo y nos preste el soporte del que hemos carecido durante todos estos años. Para hacerlo mejor, para hacerlo más veces, porque sabemos hacerlo...
Las fotos son de nuestro compañero Iñigo de Mendoza. (Iñaki)
Cada verano, y ya han sido diez, este castillo rodeno, vuelve a la vida, sus muros palpitan con nuestro aliento y nuestras palabras. La historia resurge y hace vibrar a todos los que asisten a esta recreación, a este recuerdo, a esta resurrección.
Damos vida a las piedras, sentido a nuestro presente y palabra a nuestro pasado. Somos testigos y memoria. Entre todos creamos una energía que nos traslada a un siglo XIII aragonés, para que no se olvide, que sepamos lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos. Damos contenido al patrimonio arquitectónico, generamos interés, visitas, curiosidad.
Las fotos son de nuestro compañero Iñigo de Mendoza. (Iñaki)
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